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Homo erectus y yo


Hace poco más de un año, acostumbraba a escuchar con desconcierto y tal vez, con un poco de prejuicio, las palabras de una amiga a la que me acerqué mucho en aquellos momentos. Ella me relataba día tras día su historia que sin detallar concluía en su falta de capacidad para relacionarse, para encontrar una pareja que complaciera todas sus necesidades y que no la incomodara o pareciera impertinente.

Yo claro, creyendo ser la mujer más libre, sensata y agradable, me alegraba de no estar en su situación de hermetismo hacia el humano y sobre todo de aquel, que cuenta con un sistema endocrino lleno de testosterona. A mi, que bien me caía la testosterona de todos los sabores, colores y olores, me sentía afortunada de contar con un catálogo de "homo erectus" y no precisamente de los que existieron hace millones de años, sino de la especie a la que le circula mejor la sangre en la cabeza de abajo que en la de arriba, digo, ustedes me entienden. Estos hombres que a mi disposición estaban, me hacían sentir la reina de la selva, me convertí incluso en cómplice de algunos y en amiga de otros.

Debo hacer una pausa para comentar que la razón de esta libertina actitud mía, no lo se de cierto pero supongo (sobretodo por lo que me dice la gente por ahí) es que las grandes decepciones amorosas en el pasado (me choca esa frase) me llevaron al comportamiento: "Si no puedes con el enemigo únetele". Así qué me aficione a este género tan alejado de mi naturaleza femenina en pro de una convivencia sana y totalmente libre.

Entonces me hice amiga, confidente, cómplice, amante de éstos con el plus de aprender. Aprendí de sus pensamientos, de sus habilidades, de sus pasiones, de sus temores, de su egocentrismo, de su instinto. Observe comportamientos similares entre sí, las diferencias que los distinguían, detecté lo común, lo simple que llegan a ser a pesar de la mente tan grande y compleja que pueden tener. Asimilé los paradigmas que son imposible romper y accedí a puntos a los que como mujer me había cerrado.


Fue tanto la costumbre a esta adhesión, que algunos personajes ignorantes de tan vasta experiencia que se puede tener aveces en la vida sospecharon de mi preferencia sexual o mejor dicho, de si comenzaba a producir testosterona, o tenía falta de amigas mujeres por algún riesgo un tanto erótico para mi y un tanto terrible para la compañera.


Estas conjeturas evidentemente falsas además de causarme gracia, me hacían reflexionar mucho del por qué no tratar de comprender y aprender del macho dominante más que señalarlo de cabrón todo el tiempo. Todo esto me quito hasta la inútil visión de feminista que siempre he querido tener.

He de precisar que la comunión entre el "homo erectus" y yo también se brindaron gracias a las condiciones que me atreví a sugerir y de las que yo soy exclusivamente dueña. Basta con mencionar tres: no sentido de pertenencia, no celos, no emociones pasionales de esas que te hacen enloquecer. Típico, casi predecible en cualquier humano que practica el coito y piensa que ya hay un derecho innato. Por ende, todo funcionó mejor de lo esperado, a excepción de un corazón roto por exceso de confianza y una falta de creencia en mis advertencias iniciales. Nada grave, todo marchaba correctamente.

Pero algo cambió. No contaba con el capricho de mi propio cuerpo. Un centenar de hormonas femeninas, ignoro que glándula fue la culpable, me desvió de mi rutina promiscua y relajada.

Hay muchas razones que lograron mi actual apatía hacia el sexo opuesto. La primera y mas importante, fue el aburrimiento, no encontrar algo especial en alguno que provocara en mi emoción alguna, la repetición, falta de admiración o una nueva atracción. No obstante aprendí sus mañas y sus deseos ocultos que al final terminaban siendo superficiales. Agotaron mi apetito sexual en el momento en el que descubrí un profundo interés por desarrollar mi intelecto y absorber experiencias y pláticas, momentos que enriquecieran mi mente, además, supe que el placer no sólo proviene del sexo (y mal habido). Este cambio biológico o mental o no se que tipo de cambio es, fomentó mi entusiasmo en una superación personal pero dificultó el entusiasmo, las ganas del juego cortejo-erótico e incluso el de una probable relación estable, y sin lograr todavía poder ser feminista, simplemente dejé en paz a esos "Homo Erectus" que con el tiempo cambiaron el concepto de las cosas.

Ese tipo de fortaleza, de descubrirme a mi misma en otra faceta, de apatía, me hacen muy complicado relacionarme y encontrar a alguien que se adapte o se acomode a mi vida y forma de verla. Puede ser que el exceso de experiencias en un lapso de tiempo corto o la carencia de "Homo Sapiens" o simplemente mi cuerpo en conjunto con la biología me enseñan que yo también me hago vieja.

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